Una mañana soleada en el mes de junio, Pedro, se dirigía hacia su tienda de animales, situada al lado del estadio Ramón Sánchez Pizjuan de Madrid, cuando se percató de que una de las ventanas de su tienda estaba rota, en ese mismo momento, llamó a la policía, que no tardó nada en acercarse al lugar del robo.
Pedro, convulso por lo sucedido, entró en su tienda y se percató que el ladrón no se había llevado dinero, ni crías de perros, ni nada de valor, sino que se había llevado a Perico, que no era un loro cualquiera, sino un loro que hablaba a todo el que entraba en la tienda, y se había convertido en un amigo para Pedro.
En ese momento, apareció la policía en su ambulancia, y le tomó declaración, mientras Pedro recogía los destrozos del cristal roto. Álvaro, que así se llamaba el policía, fue compañero de Pedro en el colegio, y le preguntó si tenía algún enemigo, o pensaba en alguien que pudiera haberle robado a Perico, este le contestó que no, o por lo menos que en supiera... Álvaro se fue, prometiendo que investigaría sobre el caso, y que más tarde llegaría a coger las huellas.
En ese momento entraron dos clientes habituales a la tienda, Pablo y Carlos. Pablo, al entrar, se asustó y preguntó acelerado que había pasado, si Pedro estaba bien, que habían robado, mientras que Carlos, entró mucho más sosegado a la tienda, como si no hubiera pasado nada...
¿Porqué no continuas tú la historia?
Termina el caso que ha dejado abierto Álvaro
En ese momento entraron dos clientes habituales a la tienda, Pablo y Carlos. Pablo, al entrar, se asustó y preguntó acelerado que había pasado, si Pedro estaba bien, que habían robado, mientras que Carlos, entró mucho más sosegado a la tienda, como si no hubiera pasado nada...
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Termina el caso que ha dejado abierto Álvaro